La montaña siempre espera. Esperó el Cervino a que Edward Whymper y sus compañeros lo ascendieran por primera vez en 1865. Esperó el Eiger, el Ogro, a que Rabadá y Navarro acometieran trágicamente el ascenso de su cara norte, la Eigernordwand. Nos esperaron las montañas alpinas a que junto con mi familia recorriéramos en verano los deliciosos valles suizos y nos aproximáramos a las bases de sus majestuosas cumbres. Hay un dicho en montaña cuando no haces cima: puedes volver a intentarlo cuando quieras, la montaña seguirá ahí.
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