Mi Camino de Santiago

El presente diario recoge las impresiones de mi Camino de Santiago realizado del 17 al 21 de septiembre de 2012 entre las localidades de Ponferrada y Sarria.

 

Lunes 17/09/2012 16:00 Autobús a Ponferrada

 

Salvo desgracias, un viaje no puede empezar peor. He perdido el autobús de las 9:30. Lo he visto salir, le he hecho señas al conductor pero no se ha detenido. Mal rollo. Vuelta a casa en metro y a esperar un nuevo bus. Esta vez si lo he pillado.

Dice un afamado bloguero que no entiende como en España, con la que está cayendo, el servicio es tan malo y la gente tan poco amable. La Estación Sur de Autobuses de Madrid es un buen ejemplo: caras largas, monosílabos tono de “no me molestes”.

El caso es que el bus ya está en marcha. El retraso me obliga a replantear las etapas del viaje si es que en algún momento las he tenido claras. Esta noche dormiré, creo, en el albergue de Ponferrada y mañana ya veremos. Las comunicaciones no son buenas y mi idea es tomar un “Tren-Hotel” nocturno en Sarria, provincia de Lugo, la noche del viernes. Total cinco noches y cuatro días de marcha. Un dolor en el pié derecho (sobrecarga metatarsiana o clavo) hace que todo esté en duda. ¿Cuánto aguantaré?

El bus va medio vacío pero se ha sentado a mi lado una chica negra americana. Me ha parecido buen modo de comenzar el viaje pegar la hebra con ella, pero la chica no es del mismo parecer. En una breve conversación me ha informado de que va a Bembibre. Me ha resultado insólito y ella me ha explicado que juega en el equipo de baloncesto local. De hecho, la chica es enorme así como sus dos amigas que la acompañan. Tres la corta plática hemos dejado de hablar.

Este viaje me recuerda inevitablemente al que realicé a Etiopía hace algo más de un año. Escribiendo el diario en el bus y sin tener la certeza de cómo iba a acabar cada jornada. Entonces la máxima era: cada día pasa algo inesperado. Este será distinto, no hay duda. Menos sorpresas y de distinto tipo. Pero viajando solo estás más expuesto al mundo y habrá sorpresas sin duda. Como empezar con seis horas de retraso.

 

Martes 18-9-2012 17:00 Albergue de la Piedra. Villafranca del Bierzo


Pues sí ha habido sorpresas. Mi equipaje pesa algunos gramos menos. Los que corresponden a mi teléfono móvil y su cargador, robados en el albergue de Ponferrada la noche de ayer.

Bajé del bus ansioso por encontrarme con el camino y sus peregrinos. Anduve hasta el albergue de San Nicolás de Flüe que resultó ser enorme y lleno de gente. 170 personas pernoctando en varias habitaciones llenas de literas. A mi llegada me atendió una mujer inglesa y es que el Camino de Santiago es el camino de los extranjeros.

El albergue parecía un hospital de campaña en una guerra. No por los lisiados, que los había, sino por el ir y venir de gente. Pero funcionaba. El toque de queda era a las 22:30 de modo que me apresuré a buscar mi litera y hacer las últimas abluciones del día. Antes de acostarme dejé cargando el móvil en un enchufe escondido. No lo dejes ahí, me dijo el hospitalero, te lo robarán. No me pasará a mí, pensé. Pero sí, a la mañana siguiente había desaparecido. De modo que ni llamadas ni mails ni tuits ni whatsups. “Unplugged”. Tampoco fotos. Quizá sea mejor así. En menos de 24 horas he perdido un autobús y me han robado, algo que no me pasó en dos semanas en Etiopía.

Por lo demás, hice el esfuerzo de acomodarme a marchas forzadas al nuevo horario e intentar conciliar el sueño a tan temprana hora, cosa que conseguí pese a que en la litera de arriba había un cachalote yanqui convulso que no dejó de producir seísmos en toda la noche.

El día ha sido agotador y no demasiado bonito. Calor, carretera y pistas polvorientas rodeadas de viñedos. Cacabelos es una excepción, un bonito pueblo con iglesias y casas hermosas. Y desde luego Villafranca del Bierzo, donde me encuentro, llena de edificios notables. En el camino, paso por un típico pueblo español con casas antiguas en ruinas y feas construcciones modernas además de estar medio abandonado. Un hippie in the middle of nowhere, en medio de la nada vendiendo collares y más adelante un lugareño vendiendo fruta al caminante también en un solitario paraje. Al principio del camino muchos grupos de gente próxima, pero según avanza este, he comenzado a quedarme solo: nadie delante, nadie detrás.

El nuevo albergue es pequeño y acogedor y hablar inglés es imprescindible. Una austriaca, dos alemanes, un holandés, un italiano… El pié ha respondido bien y no tengo ampollas de modo que salvo el lógico machaque estoy listo para adentrarme mañana en las montañas. Ahora es tiempo de turismo de una buena cena. Me la he ganado.

 

19:30 Sentado en un restaurante de la Plaza Mayor de Villafranca


No se que resulta más estimulante al pedir el menú: el vaso de agua helado, el frasco de vino del lugar, el caldo gallego o la trucha escabechada. Precio 10€. El agua sabía un poco a lodo. Corrijo, era excelente. El vino un poco recio. Bueno, al principio, después del primer trago, regio. El caldo, el mejor de mi existencia. La trucha un sabor a no sé qué. Pequeñeces, imperial. Ah, comer con hambre, ¡qué bien sienta!. Por cierto, el queso con membrillo, soberbio.

Villafranca es una ciudad pequeña (comparada con Hospitalet), con muchos monumentos (comparada con Collado Villalba) y una proporción de extranjeros versus locales que no la supera el Vaticano. Cosas del Camino.

¿Cómo se reconoce a peregrino? Varios aspectos son notables. La talla, ya que son más grandes que los locales. El rostro quemado por el sol del camino. La ropa y especialmente el calzado. Un peregrino que sale a cenar lleva zapatillas abiertas por el talón para curar las ampollas en el 100% de los casos. Otro aspecto revelador es la cara de sufrimiento al levantarse de la silla y el andar dolorido durante los primeros pasos.

Mi terraza está llena. La totalidad somos peregrinos. Katty (es un decir, parece americana pero no he hablado con ella), Katty, repito, está sentada en una mesa frente a mí y me ha mirado. Es guapa y va vestida completamente de negro. Es gordita, no algo horrible, pero sí comprensible ya que se está empujando una pizza entera ella solita, eso sí, con zumo de naranja. Donde esté el caldo y una buena trucha… Finalmente no hablo con ella y me siento en una mesa con alemanes.

 

Miércoles 19-9-2012 18:30 O’Cebreiro


Un débil pulso sostiene mi mano mientras escribo las que quizá sean mis últimas líneas…

Bueno, no es para tanto. No estoy en las circunstancias de Scott que escribió su diario hasta el día de su muerte en la expedición al Polo Sur. Pero tengo una paliza formidable.

Lo que me sirve para comenzar con un repaso de mi estado físico. Los muslos me duelen desde la mañana. Simples pero molestas agujetas. Lo peor son los pies. Me duele la planta, el talón, los dedos y el empeine. Aún y todo nada grave y mejor de lo esperado. No me duelen las rodillas pero sí las pantorrillas y el culo. De otras partes próximas que podrían interesar al lector, el peregrino no tiene nada que decir. También me duele la espalda y los hombros debido a la mochila. En resumen, nada grave, pero al llegar y tras la ducha me he metido en la cama entre escalofríos.

El día ha sido espléndido aunque extenuante. Casi la totalidad del camino se hace por carretera aunque muy poco transitada. Enseguida han comenzado las montañas. Abajo el río. Encima la antigua carretera nacional al lado de la cual marchas. Y encima de todo la gigantesca autopista. Caminar junto a los pilares de la A6, decenas de metros por debajo de la autopista y sin ver los vehículos tiene algo de película futurista en la que la civilización se ha extinguido y solo quedan mudas estructuras del pasado. Salvo eso, el paisaje es bonito y los últimos pueblos de León semiabandonados brillaban bajo un sol magnífico.

He salido tarde y, pensando que llegaría al albergue ya lleno, he apretado el paso. Tras 1 hora en solitario, he comenzado a adelantar peregrinos. Luego he pasado por pequeños y deliciosos pueblos donde los peregrinos se paraban a reponer fuerzas. Caras conocidas del día anterior a los que pasaba y me pasaban en las paradas.

Finalmente ha llegado la subida a O’Cebreiro. Poca cosa he pensado. Solo asusta a extranjeros sexagenarios. Pero no. Una larga subida que se desvía de la carretera y toma un camino que calificaría de media montaña. Excitado por los peregrinos que iba adelantando, cada vez más dispersos, he acelerado el paso y me he metido un reventón brutal hasta llegar completamente extenuado. En el albergue quedaban plazas pero no tenía mantas y como no llevo saco de dormir sino saco-sábana, he tenido que ir a uno de los muchos hostales que allí hay.

Por cierto, O’Cebreiro es bonito pero 100% turístico. El Camino lo ha transformado. Lo más entretenido es la gente, los peregrinos. En septiembre apenas hay españoles y de los extranjeros, muchos son alemanes por lo que en lugar del Camino Francés, podría llamarse el Camino Alemán.

Ayer, en Villafranca, estuve hablando con Tobías. Es un chaval alemán muy majo que se sorprendió de que yo hablara inglés. Era la segunda vez que lo oía: los españoles no habláis inglés. De hecho los españoles viajan en grupos o en bici. Y por cierto, los de las bicis no tienen muy buena prensa ya que “solo vienen a hacer deporte” y asustan a los caminantes. Un consejo: si vienes en bici, usa el timbre.

Junto con Tobías se encontraba Wolfgang, que para desmentir la idea que tenemos de los alemanes, tampoco hablaba inglés ni trabajaba. Wolfgang lleva tres meses haciendo el Camino. Ha atravesado media Alemania, Suiza, Francia y España. Simpático y buen bebedor de cerveza este Wolfgang.

Hoy en el camino me he detenido a hablar con Brigitte (nombre inventado), una francesita mona, diminuta y de aspecto frágil. Pero resulta que la frágil Brigitte, que no llegará a los 25 años, viene desde el centro de Francia y lleva más de dos meses en el Camino. Su credencial, donde se ponen los sellos de los lugares por los que se pasa, está a rebosar. Yo soy un caso raro ya que la mayoría de los extranjeros vienen de Saint Jean Pied de Port y emplean 4 semanas enteras en el Camino y los españoles no venimos solos.

Ya en O’Cebreiro he hecho unas fotos a unos norteamericanos. El padre viene también de Saint Jean Pied de Port. La madre y el hijo han venido a acompañarle en las últimas etapas del Camino. ¡Desde EE.UU! También me he encontrado con dos polacos muy simpáticos. Uno de ellos es la única persona que he visto arrodillarse en una iglesia.

En mitad del camino he encontrado a Álvaro. “Tenía ganas de hablar con alguien y he preguntado a la camarera si eres español”, me ha dicho. Es duro venir solo por aquí sin hablar inglés. Álvaro es un experto peregrino que ha llegado a Santiago por distintos caminos. Es de Galapagar, pueblo de Madrid que conozco bien. Somos casi vecinos. En una ocasión. Álvaro vino a Santiago ¡desde Galapagar! Alucinante. Ni que decir tiene que apenas encontró a dos belgas en todo el Camino. En otra ocasión abandonó el Camino que ahora retoma porque estaba agotado, no físicamente sino mentalmente.

Bueno, y como el hambre aprieta, voy a buscar a Álvaro para empujarme un menú peregrino. Con vino, claro.

 

Viernes 21-9-2012 10:00 En algún lugar del bosque que lleva a Samos


Quizá debería de seguir el relato en orden cronológico para lo que tendría que narrar el día de ayer, pero lo dejaré para más tarde. La magia del lugar en el que me hallo me urge a describirlo.

Llevo varios kilómetros transitando por un camino fantástico que pasa por el bosque y atraviesa pequeñas aldeas. A la izquierda, a unos cincuenta metros, fluye el río, ruidoso y vivo, deteniéndose a veces en pequeños embalses y corriendo por breves cascadas. Ando por una cerrada selva en la que los árboles tapan con sus ramas el cielo. Creo distinguir castaños, robles y hayas en un delicioso y encantado bosque autóctono.

Al principio no lo he notado, pero pronto he caído en la cuenta de que se trata de un camino que un día fue principal. Un muro de placas de piedra pizarrosa lo defiende del monte a la derecha y otro muro evita que se deteriore hacia el río. Kilómetros de muro construidos para comunicar aldeas que antes fueron importantes y ahora están casi despobladas.

La senda está flanqueada por árboles plantados que le conceden aún mayor importancia. Con el paso de los años y la falta de cuidado, los árboles han destruido el muro en muchos puntos. Gigantescas raíces aprisionan las piedras y sostienen unos troncos inclinados hacia dentro que parece que van a cerrar el paso en cualquier momento. El camino une aldeas en las que no se ve a nadie, pero que mantienen signos de actividad, básicamente animales y olores.

 

Viernes 21-9-2012 19:30 Parque municipal de Sarria


Mi tren sale hacia Madrid a las 22:30. Aún me quedan algunas horas de modo que aprovecho para actualizar el diario con las dos últimas jornadas.

Ayer jueves amaneció un día estupendo en O’ Cebreiro. Entre a desayunar en un bar y pregunté a la camarera el precio del desayuno. “Depende”, contestó. De pronto sentí que Galicia entera se resumía en una palabra. Pero pronto comprobé que la chica era simplemente gilipollas. Todo el espíritu de la Estación Sur de Autobuses se me vino encima. Casi tuve que disculparme por gastar dinero en su bar.

Me puse en marcha por una pista que circula por las cumbres peladas de los montes. Desde O’ Cebreiro se divisa hasta Ponferrada donde había comenzado el viaje dos días atrás. La noche anterior el cielo estaba estrellado y se veía con nitidez la Vía Láctea. El Camino de Santiago en el cielo y también en la tierra.

Salí de los últimos y poco a poco comencé a adelantar peregrinos. Una nueva especie se sumaba a las anteriores. Se trata de aquellos que van sin mochila acompañados por un coche de asistencia. Recorren los últimos kilómetros del Camino y muchos son de avanzada edad.

En el Camino te sientes grande y pequeño. Grande porque cumples con las metas que te propones, no sin sufrimiento. Pequeño porque ves personas que son capaces de superar enormes dificultades. Mujeres mayores con sobrepeso y andar cansino que supones que van a desfallecer ahí mismo pero que finalmente vuelves a ver en el final de la etapa habiendo llegado a destino con una gigantesca fuerza de voluntad.

En un recodo encontré una mujer mayor española. “He ido a orinar y se me ha caído el teléfono. Se ha abierto y se le han salido las piezas” me dijo. Le coloqué la batería y la fecha y la hora y le expliqué que me habían robado el móvil. Ella, encantadora, me dijo que hiciera las llamadas que necesitara. Dejé un mensaje con mi situación en el contestador de casa y llamé para anular la tarjeta.

El camino comenzó a descender y me interné en un bosque como el que he descrito más arriba. Tras una etapa no demasiado exigente, llegue a las primeras casas de Triacastela, población dedicada en exclusiva a los servicios para peregrinos.

Allí encontré a mis amigos alemanes que me invitaron a unirme a ellos. Sobre la mesa había varias pintas de cerveza vacías. Acepté gustoso y así comenzó una tarde en la que cayeron decenas de cervezas con solo dos interrupciones: ir a buscar alojamiento y acercarnos al supermercado a comprar la cena y otras muchas cervezas. Por 8€ por persona nos dieron una habitación con 4 camas. El albergue tenía una terraza que vio como bebíamos cerveza hasta el anochecer.

Lars, de 22 años, era el menos simpático y estuvo todo el rato muy pendiente del móvil. Mala cosa. Wolfgang, el que llevaba 3 meses andando desde Alemania, me enseñó una foto de su mujer y sus 3 hijos. Tiene 48 años y nos hemos caído muy bien a pesar de que solo habla alemán. Tobías ha sido mi anfitrión y nos hemos hecho buenos amigos. Tiene 28 años y ha sido militar. 8 años en Kosovo donde vio morir a decenas de personas, algunas en sus brazos. Después 7 meses en Afganistán donde perdió a su mejor amigo. Un cielo de chaval, Tobías.

Tras una mala noche de calor intenso y algo de resaca, se han despedido de mí y han partido antes que yo. He tomado el camino largo que pasa por Samos. Y ciertamente ha sido muy largo. Durante 3 kilómetros va pegado a la carretera para luego internarse en el delicioso bosque del que he hablado. De pronto, en un recodo se ve el enorme monasterio de Samos encajado en un pequeño valle.

Durante la visita, la guía nos explica que en el monasterio vivían muchos monjes, pero ahora solo hay 14. También es hospedería a la que acuden hombres de edad madura que quieren compartir la vida monacal de ora et labora. La guía dirige su mirada hacia mí. Debo encajar perfectamente con el perfil. También nos cuenta la historia del monasterio y hace referencia a la del Camino.

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El Camino de Santiago ha tenido dos épocas de florecimiento: durante la Edad Media y en la actualidad. Los motivos religiosos han sido fundamentales para su éxito, pero otras razones han tenido un peso notable: la política, el comercio y el marketing.

Santiago de Zebedeo, fue uno de los apóstoles conocido como Santiago el Mayor. Según la tradición, a la muerte de Jesús, los apóstoles se dispersan por el mundo conocido para evangelizarlo. En el año 33, Santiago parte hacia la península ibérica y la recorre en buena parte. En el año 40 se le aparece la Virgen María en Zaragoza junto a una columna, el famoso Pilar. Regresa a Jerusalén donde es martirizado en el año 43. Sus discípulos toman sus restos, los conservan durante el viaje en que recorren el Mediterráneo y el Atlántico en una nave de piedra y los entierran en Galicia.

Ocho siglos después, en 813, un ermitaño llamado Paio, descubre una luz en un monte (de donde puede provenir Compostela, el campo de la estrella, aunque también puede venir de compositum, cementerio) y avisa al obispo Teodomiro que encuentra un sepulcro de la época romana en el que un esqueleto tiene la cabeza bajo el brazo.

El rey de Asturias, Alfonso II el Casto, viaja al lugar para comprobarlo y se convierte en el primer peregrino inaugurando el llamado Camino primitivo que llega a Santiago desde Oviedo. En su peregrinar se detiene en el monasterio de Samos.

Las noticias llegan a oídos del emperador Carlomagno y de los montes benedictinos de Cluny. Los musulmanes, llamados entonces sarracenos o moros, constituían una formidable amenaza en España. En el año 711 habían entrado en la península y en pocos años habían llegado hasta Francia donde en el año 732 fueron detenidos en la batalla de Poitiers por el ejército franco capitaneado por Carlos Martel. Pero en S. IX seguían siendo una inquietante presencia en el sur.

Con la aquiescencia de Carlomagno y el fervor de los benedictinos, Santiago se convierte en un centro de peregrinación europeo. Se añade así a Roma y Jerusalén. Resulta conveniente porque se encuentra en el otro extremo de Europa y es mucho más cómodo para la mayoría de peregrinos europeos. Los más ardorosos cristianos de la época tendrán ocasión de medir sus fuerzas contra los infieles en las cruzadas que emprenden en oriente, mientras que los cristianos españoles no tienen que inventar guerras ya que se enfrentan a un enemigo temible al que tardan siglos en derrotar.

Son los propios musulmanes, capitaneados por Almanzor, que llega a asaltar Santiago, los que dan importancia en Europa al Camino. Establecer una vía de peregrinación asienta el cristianismo en España, fomenta el comercio y el intercambio cultural y aleja las fronteras de la guerra hacia el sur.

A partir del S. X, el Camino adquiere una notable fama en Europa y los peregrinos se multiplican. Las autoridades construyen puentes y carreteras y facilitan el paso a los peregrinos. En el S. XII se redacta el Códice Calixtino por monjes benedictinos. En el libro cuarto narra el descubrimiento de la tumba del apóstol y el quinto es una guía de peregrinación a Santiago. Inexplicablemente, este Códice, auténtica joya medieval, mantenido a buen recaudo durante ocho siglos, fue robado por un electricista de la catedral en 2011y estuvo entre trastos en un garaje hasta que fue recuperado en 2012. Al parecer el códice se encontraba en una caja de seguridad. El problema era que las llaves estaban puestas.

A partir del S. XIV Europa y España cambian de rumbo, de preocupaciones y de objetivos y el Camino comienza su declive.

En la segunda mitad del S. XX el Camino logra un auge deslumbrante. Es lo que podíamos llamar el Facebook del mundo real. Las estadísticas son bien elocuentes. Mientras que en 1970 llegan a Santiago 68 peregrinos, en 2010, año jacobeo llegan 272.000. Un crecimiento espectacular. El año cumbre es el jacobeo del 1993 que alcanza la cifra de 99.000 frente al año anterior, 1992 en el que llegan 9.000 peregrinos. ¿Qué ocurrió para esta enorme popularidad?

Una figura clave es el párroco de O’ Cebreiro Elías Valiña. El cura de O’ Cebreiro se empeña en recuperar el Camino y comienza con una idea clave: señalizar el Camino con flechas de color amarillo. Son los miles de flechas que encuentra el peregrino en su andar y que son determinantes para llegar al destino. A su vez, la Xunta de Galicia comienza a promocionarlo. Los peregrinos comienzan a acudir y los albergues y comercio prosperan. Los detalles concretos del Camino se basan en documentos del pasado y allí donde no hay noticia clara, se inventan. Y el Camino se convierte en un éxito internacional.

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Salgo de Samos y continúo el camino al lado de la carretera hasta tomar un desvío unos kilómetros más adelante. La nueva ruta da un rodeo enorme entre caminos de tierra y carreteras por las que no pasa un solo coche. Pequeños campos cultivados y hermosas casa de labor hacen entretenido el andar. Escasa flechas me indican que no me he perdido. A veces murmurando, a veces en voz alta voy cantando repetidamente mi canción del camino, los ejes de mi carreta de Atahualpa Yupanqui.
Porque no engraso los ejes
Me llaman abandonao
Si a mi me gusta que suenen,
¿Pa qué los quiero engrasaos ?

Es demasiado aburrido
seguir y seguir la huella,
demasiado largo el camino
sin nada que me entretenga.

No necesito silencio.
Yo no tengo en qué pensar.
Tenía, pero hace tiempo,
ahora ya no pienso mas.

Los ejes de mi carreta
nunca los voy a engrasar...
Y como el cantante, voy escuchando el ruido de mis pasos, las hebillas de la mochila y el murmullo del viento durante las horas en que camino solo.

Cuando no se si llegaré a algún punto conocido, alcanzo a un grupo de tres chicos y una chica. Son de Ciudad Real y sigo, aliviado, un rato con ellos. Finalmente alcanzamos el camino principal y ellos se detienen en un bar. Aún me quedan cuatro agotadores kilómetros.

Como era de esperar, la estación de tren, mi destino, está en un extremo de Sarria por lo que ando el último demoledor kilómetro por sus calles. Son las 4 de la tarde y me quedan 7 horas hasta que salga mi tren. Dos animadas burgalesas sacan su billete y nos vamos los tres a comer algo al centro.

 

Viernes 21-9-2012 22:30 Estación de tren de Sarria


Las chicas ya se han ido y espero que no se consuma la última sorpresa. Ayer, entre cervezas saqué a través de Internet mi billete de vuelta. Pero olvidé anotar el localizador. He explicado mi problema al hombre de la taquilla y tras unas consultas me ha escrito en un papelito mi número de coche y asiento pero no el localizador. El señor me ha asegurado que hablaría con el revisor y que no tendría problemas. Espero que así sea.

Tras dejar a las burgalesas he encaminado mis pasos instintivamente por la senda de los peregrinos hacia la parte vieja en la que se hallan los albergues. Estaban los peregrinos comiendo y bebiendo animados y he sabido que ya no era uno de los suyos.

Bajo un cruceiro que domina gran parte de la ciudad he pasado más de una hora hasta que ha anochecido. Cerca de mí, una chica, peregrina con certeza, estaba también sumida en cavilaciones. Nuestros pensamientos serían seguramente distintos, pero a buen seguro compartíamos parecidas emociones.

¿Qué anima a cientos de miles de personas cada año a hacer el Camino? ¿Por qué vienen de todos los continentes a caminar por sitios que a menudo no son bonitos y a pegarse paliza tras paliza cada día?

A pensar y replantearse la vida puede ser una respuesta. Sin embargo, yo no he pensado nada especial ni trascendente que no hubiera podido hacer en casa. Mis pensamientos han sido banales: los pies, el paisaje, los peregrinos, la comida. Como el cantor de Atahualpa Yupanqui, yo no tengo en qué pensar. Dicen los peregrinos que vienen de lejos que a los diez días tu mente cambia y comienzas a pensar de otra forma. Probablemente sea así y mis cuatro días no me hayan permitido sintonizar el mantra del Camino.

¿Quizá los peregrinos vienen a conocer gente? Cuando caminas vas solo con tus pensamientos. Y como animales sociales que somos, al llegar te mueres de ganas de hablar con alguien. Pero no siempre es sencillo. Contaré una anécdota que presencié en Villafranca. Un hombre está esperando a cenar. Descarto sentarme con él y elijo otra mesa. Al poco viene un segundo hombre. Ambos se conocían y el segundo se ofrece a acompañarle a cenar. “Estoy terminando” le dice el primero ante la sorpresa del otro. A pesar de todo se sienta. Cuando el primero termina de cenar, se levanta y se va. ¿Cómo cabe tamaña descortesía? ¿Qué coño tenía que hacer el primero para irse? Aunque el Camino facilita conocer a gente, no siempre es sencillo.

Una cosa cierta y atractiva es que las prioridades cambian. De pronto lo básico es lo importante. Te duelen los pies, comes, andas, encuentras un servicio limpio, lavas tu ropa, descansas, te relajas. Tu vida consiste en cosas sencillas pero esenciales.

Otra respuesta tiene que ver con las metas. Te propones un objetivo y lo cumples. Con pesar, esfuerzo y dolor pero te demuestras que eres capaz de hacerlo. A su vez no tienes que tomar decisiones. Tu único objetivo diario es llegar al final de la etapa. Así de simple.

Es duro pero atractivo viajar solo. Los tuyos, familia y amigos, apenas tienen una idea de donde estás y qué haces. Dependes solo de ti, para lo bueno y para lo malo y eso, de vez en cuando, no tiene precio.

El tren está en marcha. No ha habido problemas con el billete. Cuando comienzas el Camino sorprende que las flechas solo vayan en una dirección. Pero los peregrinos regresaban y regresamos. Yo quiero volver. Ha merecido la pena, pero mi estado de ánimo ya es otro.

Si quieres hacer el Camino, te animo a ello. Carga con lo imprescindible, cuida tus pies y recibe el ánimo que todo peregrino merece:
¡Buen Camino!

5 comentarios:

  1. Muy buen relato Antonio!
    Te saluda otro caminate de Santiago y de la vida.
    Planeo regresar al camino en el 2013. Estuve alli en 2011
    Continua escribiendo y cuidando tus pies. Suerte!
    Juan Carlos
    Washington. USA.

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  2. Gracias Juan Carlos. Espero que lo pases bien la segunda y todas las veces que vuelvas.
    Un saludo

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  3. Interesante y expresivo relato. Te felicito.
    Tengo 67 años y me he propuesto hacer el camino desde Roncesvalles el próximo 6 de mayo.
    No me preguntes porque…No lo sé…
    Espero descubrirlo durante cinco semanas.
    Empiezo a desempolvar mi oxidado inglés y francés para poder hablar con alguien…y si no…por signos.
    Te deseo lo mejor en el camino de tu vida.
    ¡Buen camino!
    Francesc.

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  4. Pásalo estupendo, Francesc. Sin prisa y atento a los pies. El resto es más sencillo.
    Un saludo

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  5. ¡Hola! Mi nombre es Sara Lynggaard Jensen y soy una estudiante danes. Estoy estudiando en un instituto en Dinamarca que se llama Viborg Katedralskole. Tengo que escribir un informe sobre el Camino de Santiago. Quiero estudiar/investigar qué mitivos tiene la gente del siglo veintiuno para hacer El Camino de Santiago. Estaría muy agradecida, si pudieras responder a las siguientes preguntas:
    1) ¿Eres hombre o mujer?
    2) ¿Cuántos años tienes?
    3) ¿Has ido más de una vez la ruta?
    4) ¿Has hecho todfo el viaje o solamente una parte? ¿Cuántos kilómetros?
    5)  ¿Eres religioso? Si contetas que sí, ¿qué religión es?
    6) ¿Eres practicante?
    7) ¿De dónde conoces el Camino de Santiago?
    8) ¿Qué razones tienes para hacer la ruta de peregrinación?
    Por ejemplo; para buscarse a si mismo, la comunidad, motivos religiosos, tales como acercarse a Dios, gozar de la naturaleza o está buscando respuestas a cosas y sentimientos que no puedes explicar
    9) ¿Cómo va el viaje? ¿Es por ejemplo con la bicicleta, caballo o a pié?
    10) ¿Qué esperabas del viaje?
    11) ¿Conseguiste lo que esperabas o algo diferente?
    12) ¿Sientes que el camino te ha cambiado?
    13) ¿Por qué crees que la gente en el siglo veinte va la ruta de peregrinación?
    Por ejemplo; para buscarse a si mismo, la comunidad, motivos religiosos, tales como acercarse a Dios, gozar de la natureleza o está buscando respuestas a cosas y sentimientos que no puedes explicar?
    14) ¿Crees que las peregrinaciones han cambiado con el tiemp? ¿Cómo?

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