Mi Camino de Santiago III

El presente diario recoge las impresiones de mi Camino de Santiago realizado del 4 al 7 de septiembre de 2014 entre las localidades de Saint Jean Pied de Port y Estella.

 

Jueves 4/09/2014 Zubiri.


Escribo desde el albergue de Zubiri, después de una deliciosa etapa. Es la segunda jornada del Camino que en esta ocasión hago con mi hija Maite

Salimos de Madrid en coche el día 2, llegamos a Pamplona al mediodía y dejamos aparcado el coche. Tomamos un bus a Saint Jean Pied de Port donde llegamos a las cuatro.

St Jean es antiguo, bello y lleno de turistas y peregrinos. Tras dar una vuelta por el pequeño pueblo medieval paramos en el arco de entrada de una de las puertas donde un par de hippies llamaron nuestra a atención. Eran dos españoles, pero iban por separado. Uno de ellos, Pablo, tocaba la guitarra y cantaba. Era un andaluz muy simpático que vivía de ocupa en el pueblo con una chavala “ahijada” y el padre de esta, un borrachín, ambos franceses. Pablo nos invitó a cantar, nos integramos y pasamos un rato muy divertido. Maite cantó California Dreams  con mucho gusto y fue muy aplaudida. Se unieron unos brasileños y montamos una buena juerga.



Interrumpimos la fiesta para regresar al albergue y cenar. El hospitalero, Joselu, de Vera de Bidasoa, montó un role playing un poco místico pero interesante. Así aprendimos que los huéspedes eran bastante mayores y de diversas nacionalidades. Bastantes americanos, también holandesas, americanos y canadienses. De los 20 huéspedes, solo 3 éramos españoles. Con el paso de los días, concluí que el perfil tipo de estas jornadas era una mujer americana jubilada.

El día siguiente, 3 de septiembre, lo empleamos en cubrir la durísima etapa Saint Jean Pied de Port – Roncesvalles. Nueve horas de caminata, 1.200 metros de desnivel y 27 kilómetros.

Un prolongado puerto, propio del Tour de France, iba formando un rosario de peregrinos de avanzada edad que con dificultad superaba la subida. El día, completamente soleado, transcurría y los kilómetros caían. Mi gran preocupación antes de empezar era la resistencia de Maite. Ante mi sorpresa, apretó el acelerador y adelantamos a un sinfín de peregrinos a un ritmo infernal. La etapa acaba con una pronunciada bajada a Roncesvalles.



El monasterio es descomunal y el albergue se amplía hasta alojar a cuatrocientos peregrinos. Pero nosotros debíamos seguir: no llevábamos saco sino saco-sábana y en el albergue no hay mantas. De modo que proseguimos el camino hasta nuestro destino, 2kmts más adelante, en el pequeño pueblo de Burguete.

Llegamos destrozados al hotel rural y Maite colapsó. Pero una ducha, un ibuprofeno y una hora de reposo fue bastante para devolverle el ánimo. Por un momento pensé que se había acabado el Camino para nosotros.

Muertos de hambre, cenamos a las 7:30 y a las 9:30 estábamos durmiendo un reparador sueño de diez horas y media. Alguna rozadura y un tirón en la pierna de Maite fueron los mayores daños sufridos.

En mi opinión, la etapa Saint Jean Pied de Port – Roncesvalles es atípica del Camino y puede evitarse tranquilamente de modo que si alguien está pensando en empezar en Roncesvalles, le animo a ello.

Esta mañana hemos comenzado el trayecto Burguete – Zubiri con un cielo nublado muy agradable. El camino pasa por varios bosquecillos de robles, hayas, boj y, sin duda, brujas, sorguiñas en vasco.

De nuevo hemos puesto la quinta marcha y “roadrunner” Maite me ha conducido a gran velocidad hasta Zubiri. En medio hemos dejado dos hermosos y pequeños pueblos y centenares de peregrinos de avanzada edad y varias nacionalidades: americanos, franceses, japoneses, brasileños…

Zubiri es un pueblo pequeño como los otros, pero por ser fin de etapa, está lleno de albergues. Insuficientes en todo caso para la avalancha de peregrinos que han llegado. Al parecer, salieron 400 de Roncesvalles esta mañana y en los albergues caben 200. El frontón municipal abre sus puertas para acoger a los peregrinos menos afortunados.

Las ampollas empeoran y el tirón en la pierna de Maite también, pero creo que lo vamos a superar. Maite se ha dado cuenta de que un requisito del Camino es la resistencia y se ha adaptado muy bien.

Y… es la hora de la cena en el alberge de Zubiri, ese deseado momento del sufrido peregrino. Ciao.

Viernes 5/09/2014 Estación de autobuses de Estella.


Sin nada que hacer en el pequeño Zubiri, fuimos a cenar temprano, a las 9:30. Pero el calor del albergue me desveló y me costó un par de horas conciliar el sueño. Pese a ello, hemos descansado bastante bien. El camino hacia Pamplona ha comenzado muy bien. Bonitas veredas nos han llevado atravesando un par de pueblos. A veces parecía Suiza: pequeños y bellos pueblos “sin bares”. Solo después de un par de horas aparecía el primer bar, donde decenas de peregrinos tomaban un refrigerio. De nuevo, roadrunner Maite ha impuesto un ritmo infernal y atrás han quedado multitud de peregrinos. “You fly”, le ha dicho un australiano a Maite y es que, en efecto, les despeinábamos al pasar.



La entrada a Pamplona ha sido tan fea como la de cualquier ciudad para un caminante. Sin pasar por el centro, nos hemos dirigido al hostal Hemingway, de aire europeo, bastante divertido. Ahí nos hemos encontrado con un chaval canadiense víctima del Camino. Esta mañana lo hemos dejado en Zubiri con una torcedura en el tobillo y horribles ampollas. Al parecer ha cogido un bus para cubrir la etapa. También esta mañana hemos visto otra víctima del Camino. Una joven menudita de unos veintitantos a la que ha dado un bajón de tensión de modo que ha venido una ambulancia. Su madre por el contrario, a pesar de sus abundantes carnes o quizá gracias a ellas se encontraba perfectamente.

El caso es que hemos llegado muy pronto al Hemingway, hemos comido y he decidido mover el coche que estaba aparcado en Pamplona y lo he traído a Estella, nuestro final de viaje y ahora estoy en el bus de vuelta a Pamplona. Maite se ha quedado muy contenta de deshacerse de mí y charlar autónomamente con el guapo peregrino canadiense.

De los muchos peregrinos que hemos visto, el grupo más notable está formado por un chico y una chica de Bilbao que llevan a su cargo cuatro minusválido psíquicos. Varias veces nos hemos cruzado con ellos y siempre estaban sonrientes. Juntos han afrontado la dura etapa de Jean Pied de Port a Roncesvalles, han dormido en el frontón de Zubiri y la verdad, los monitores eran muy divertidos y simpáticos.

El bus se pone en marcha y voy a aprovechar para dar una merecida cabezada.

Domingo 7/09/2014 En casa.


¡Que pronto acaba todo! Ya de vuelta en casa.

No he tenido fuerzas para escribir y retomo el diario con lo acontecido los últimos días. Lo dejé el viernes volviendo de Estella en bus a Pamplona. Parece que fue hace un siglo y han sido solo dos días.

Al llegar al Hemingway, Jade, así se llamaba el canadiense, me dijo que había quedado para cenar y nos invitó a unirnos. En la Plaza del Castillo nos reunimos con los peregrinos, a los que había dado tiempo para crear un grupo de Whatsapp en apenas dos días. El signo de los tiempos. La cena fue muy agradable y conocimos a una pareja americana de jubilados muy simpáticos. Él había estado en Pamplona hacía décadas viajando ppor Europa en una Van y ella era muy extrovertida y habladora. Un inglés de mi edad viajaba solo y conocía muy bien el País Vasco. Jade ligaba con Nadine, una guapa alemana, ante el asombro de Maite. Del último integrante nada sé pues nada dijo. Después de cenar, volvimos al Hemingway donde pasamos una apacible noche.

Nos levantamos tarde y abandonamos Pamplona. Los kilómetros caían y los peregrinos eran cazados por roadrunner Maite y yo. El calor comenzó a apretar y, ya lejos de las montañas, empezamos a sufrir. Poco antes de Puente la Reina paramos a comer. Eran las 2:30 y los pueblos tenían el típico aspecto desolado del calor del mediodía donde solo los desventurados peregrinos transitaban por las calles.

Después de comer aún tuvimos que caminar una extenuante hora bajo el inclemente sol antes de llegar a nuestro destino. Por camino, Maite pegó la hebra con un chaval australiano que andaba con chanclas y un gran sombrero. Dónde vas, le preguntó Maite. No sé, respondió ¿dónde estoy? Y por cierto, ¿qué significa “Buen Camino”? Eso es realmente vivir desconectado de la realidad y estar a verlas venir.



Tras descansar en el albergue, salimos a pasear un rato por la monumental Puente la Reina. ¿Típico pueblo español con gran historia pero en la actualidad deshabitado? Probablemente sí casi todos los días, pero, cuál no sería nuestra sorpresa al ver en la Plaza Mayor ¡una concentración motera! Decenas de flamantes Harley-Davidson estaban aparcadas con sus dueños por ahí. No solo eso. Había un escenario y un grupo de chicas amenizaba la fiesta. Terminaron estas y un grupo de rock salvaje tomó el poder al grito de: “Somos de Pamplona y venimos a hacer ruido” Entre canciones emitían distintos eslogan como “¿Sois moteros o monjas?” El caso es que estuvo bastante animado con una extraña mezcla de nativos, peregrinos y moteros.

Cenamos de fábula y charlamos con un chico y una chica con la que habíamos coincidido en el bus de Pamplona a Saint Jean. Ella era italiana y él sueco. Parecían llevarse bien, pero me preguntó si merece la pena ir solo al Camino, juntarte con otro y hacer todo el Camino juntos. A menos que surja el amor.

Esta mañana nos hemos levantado pronto (6:30) y a las 7:30 estábamos en el camino. El día estaba nublado y caminar así era una delicia. De nuevo hemos pasado por bellos pueblos y un rosario de peregrinos ha sido superado hasta hacer la parada de rigor a las 11 para un café y un bocata compartido. Cuando hemos reanudado la marcha, el sol apretaba de nuevo y los últimos kilómetros han sido acalorados y sudorosos.

A eso de la 1 hemos llegado a Estella y allí estaba esperándonos nuestro coche. Estella es una bonita y monumental ciudad, pero la visita queda pendiente para otro Camino pues aún nos quedaban cinco horas de vuelta a casa en coche.



¡Buen Camino! 

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