— ¡Pájaros!
Cuando me he vuelto, ya habíamos empezado a disparar. Una
bandada de pájaros ha levantado el vuelo a escasos metros de nosotros. Las
escopetas descargan con frenesí durante breves segundos. Marcos, el capataz da
la señal de alto. Están fuera de nuestro alcance.
Asustada miro a Luis. Se acerca y me abraza.
—Os habéis vuelto locos. Son simples pájaros —dice Marcos.
—Todos los pájaros son peligrosos —replica Luis. —Todos.
—No hemos estado cerca, ¿verdad? —pregunto.
—Nunca se sabe —dice Luis. —Regresemos al rancho.
—No podemos volver. Faltan suministros, munición y comida.
Tenemos que llegar al pueblo —responde Marcos.
—Estoy atemorizada —digo. —Volvamos
La comitiva da la vuelta. Marcos, el capataz, Luis, mi
pareja, Héctor y Juan, los trabajadores del rancho y yo misma comenzamos a
andar. Apenas nos separa media hora del que ahora es nuestro hogar, el Rancho
Andino.
***
La pantalla del ordenador muestra el mismo aspecto que en
los últimos días. Todo funciona. Puedo entrar en cualquier sitio y todo es
correcto. Excepto por una cosa: la información no se ha renovado. En algunos
casos las páginas muestran noticias de hace un mes. En las más actualizadas la información
es de hacía quince días. Después nada. No hay nadie al otro lado. Da igual si
consulto una página española, chilena, norteamericana o china. Las páginas
siguen ahí, pero ninguna persona parece estar detrás. La tecnología se sustenta
sola, sin humanos. Las Inteligencias Artificiales, las IA, mantienen el sistema.
Pero los contenidos han dejado de añadirse. Todo parecía indicar que estamos
solos en Rancho Andino. Solos en el mundo.
Eva me distrae de mis pensamientos. Gatea hasta mí y,
satisfecha de su logro, sonríe. Con la sonrisa más maravillosa del universo, la
sonrisa de un bebé, la sonrisa de mi hija. Luis entra en la habitación y
uniéndose a la enternecedora escena me besa. En los últimos días estamos muy
cariñosos.
***
Para seguir leyendo puedes Descargar La Plaga