De mediana edad, mediana estatura y mediana inteligencia, perseverante hasta la obcecación, moderadamente emprendedor, algo estrafalario, hombre de pocas palabras y escasos gestos, el gallego Nogueira había abandonado su tierra natal como tantos otros paisanos antes que él, buscando el trabajo y la prosperidad en la década de los ochenta. No había elegido, sin embargo, Alemania o América como era lo habitual, sino que atendiendo a su singular instinto se había encaminado al sur, a la malagueña Costa del Sol.
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